Renovación y regeneración, equilibrio dinámico y constante, nuevos brotes y renovales. Asistimos a la caída de la clase política que terminó ensimismada, mediocre, sorda al clamor ciudadano y ciega a sus demandas.
La política tradicional muestra hipocresía, falta de honestidad y realismo. Trata de tapar el sol con una mano. Deben asumir que en la reciente elección presidencial se evidenció la ruptura de la ciudadanía con el sistema político tradicional, que termina degradado éticamente y deslegitimado cívicamente. El Gobierno capituló, y no cayó por la emergencia de la pandemia y porque a los aspirantes al poder no les convenía romper un proceso democrático. Quedó demostrado que no necesitaban ejercer mayor presión, la Coalición de Gobierno se derrumbó sola, por ineptitud, soberbia e interés espurios. No se logró separar la política del dinero y los negocios.
Ganó un proyecto nuevo desde una Izquierda distinta, una nueva generación más radical, liderada por Gabriel Boric, Presidente electo por amplia mayoría. Ahora, conforma un gobierno más amplio y transversal. Solamente falta saber si la derecha será capaz de asumir el descalabro para cambiar, o si, por el contrario, seguirá cautiva de una élite miope. Chile necesita una derecha fuerte y valorada.
Todo comenzó con las tempranas señales en las movilizaciones estudiantiles y luego masivamente sociales, que anunciaban la ruptura de la sociedad con la política y los políticos tradicionales. Proceso que culminó con las movilizaciones del 18 de octubre del 2019, ocasión en la que el sistema político colapsó: el gobierno declinó su mandato, en una rendición incondicional. La institucionalidad chilena se derrumbó, el Poder Ejecutivo fue incapaz de mantener la gobernabilidad, la interlocución y el mínimo orden; el Poder Legislativo quedó completamente anulado, como un remedo de expresión democrática, al punto que renunció a su rol constituyente sin siquiera un gesto de dignidad (15 de noviembre 2019); por su parte, el Poder Judicial muestra descrédito, desvalorización y sospechas de parcialidad, sesgos, tironeos del poder político y económico.
El sistema político colapsó, pero parece desentenderse y no asumir. La Derecha se muestra haciendo más de lo mismo, en la Convención es ornamental, de utilería; el Centro político muestra un estado calamitoso (DC+Radicales); y la Izquierda también fue repudiada y apabullada, aunque alguna Izquierda quiere mostrar dominio del proceso, lo cierto es que aquello no es tal. Así quedó demostrado en la renovación de la mesa de la Convención Constituyente, cuando los Independientes se impusieron. Nunca en la historia de Chile había sido tan evidente el desprecio ciudadano por los políticos tradicionales y por sus centros de acción y pensamiento.
Véase la instalación de la Convención Constituyente, se realizó en forma autónoma. El Gobierno fue (absolutamente) intrascendente. La soberanía del pueblo se expresó en toda su magnitud, es el más genuino retorno del poder político al seno de la soberanía del pueblo.
Qué duro castigo y perpetuo reproche a la miseria observada en el ámbito político. Ahora solo cabe abrir espacio a la nueva generación para que asuma el poder político en Chile. Queda demostrado que “estaban allí”, pero querían más sentido social, equidad y compromiso con la dignidad de las personas. El desafío ahora es gigantesco y debemos ayudar a que el país retome la senda de desarrollo. Como siempre emergerá la re-generación con nueva fuerza.